Nacionalismos

Nos han enseñado durante tanto tiempo a rendir pleitesía al nacionalismo que podemos pensar que es una de virtud que nadie sensato puede cuestionar. Por eso me llamó la atención que en el discurso inaugural del VII Foro Atlántico, que su Fundación Internacional para la Libertad realiza cada principio de julio en la capital española, el escritor Mario Vargas Llosa haya llamado la atención a los riesgos de los nacionalismos que han sido a lo largo de la historia “fuente de guerras”.

Vargas Llosa no es el primer intelectual de respeto en cuestionar los nacionalismos.

El escritor británico George Orwell, quien participó en la guerra civil española en las filas de la república, advertía: “El nacionalista no sólo no reprueba las atrocidades de su bando, sino que tiene una capacidad notable para ni siquiera enterarse de ellas”.

Albert Einstein, quizá el científico más famoso de la historia, señalaba: “El nacionalismo es una enfermedad infantil. Es el sarampión de la humanidad”.

Nadie puede cuestionar el nacionalismo que surge del amor u orgullo de pertenencia a un pueblo o a una cultura.

Sentirse mexicano, español, estadounidense, francés o alemán puede ser sano siempre y cuando no lleve a la exclusión del otro, al odio al extranjero.

Apoyar a una selección nacional de futbol es correcto mientras esto no nos ciegue a las circunstancias del juego –independientemente de si fue o no penal—o nos lleve a agredir a quienes respaldan a otra selección.

Vargas Llosa y sus colaboradores incluyeron en el VII Foro Atlántico un panel llamado “Nacionalismo y libertad”, aunque la política española vasca Rosa Díez señaló que lo correcto habría sido “Nacionalismo o libertad” ya que, según ella, el nacionalismo está confrontado con la libertad.

La diputada Díez, portavoz del partido Unión Progreso y Democracia, que fundó junto con el filósofo vasco español Fernando Savater, defiende la permanencia del País Vasco en España, un país que, dijo, “nos ha permitido ser ciudadanos europeos”.

En septiembre de 2013 Vargas Llosa escribía en el artículo “El derecho a decidir” que “El nacionalismo no es una doctrina política sino una ideología, y está más cerca del acto de fe en que se fundan las religiones que de la racionalidad que es la esencia de los debates de la cultura democrática… El fascismo nació, creció, sojuzgó naciones, provocó guerras mundiales y matanzas vertiginosas en nombre del nacionalismo, es decir, de un dogma incivil y retardatario que quiere regresar al individuo soberano de la cultura democrática a la época antediluviana de la tribu… Pertenecer a una nación no es ni puede ser un valor ni un privilegio, porque creer que sí lo es deriva siempre en xenofobia y racismo”.

Ayer en el Foro Atlántico Rosa Díez argumentó que “hoy en Cataluña no hay libertad para quienes no comparten la ideología nacionalista”.

Se les niega, por ejemplo, la libertad de utilizar la lengua que quieran o de educar a sus hijos en ella.

Díez hizo una defensa intensa y emotiva de los españoles de cualquier pueblo, idioma o cultura que quieren permanecer en una España unida, abierta y plural.

Francesc de Carreras, catalán y español, cuestionó la idea de que el mundo está formado por naciones que tienen derechos por encima de los individuos que las componen.

La discusión me hizo recordar las palabras de otro pensador, Albert Camus, nacido en Argelia y ciudadano francés, que sufrió en carne propia los abusos de los nacionalismos y de los nacionalsocialismos del siglo XX.

Francés y argelino de corazón Camus afirmaba: “Quiero demasiado a mi país para ser nacionalista”.

Yoani y María Corina
Yoani Sánchez, la bloguera cubana que hoy está publicando por internet el primer periódico independiente de Cuba, estuvo ayer en el Foro Atlántico en Madrid.

En cambio María Corina Machado, la diputada venezolana, no pudo llegar por prohibición de su gobierno.

Es interesante notar que mientras Cuba se está abriendo Venezuela se cierra cada vez más.