‘Venom: El Último Baile’, crítica: La despedida de Tom Hardy cumple sin brillar
Venom: El Último Baile llega a los cines para poner el punto y final al camino de Tom Hardy como el legendario simbionte. Su Eddie Brock se despide cerrando una trilogía que, aunque irregular, encabeza el Universo Spider-Man de Sonydesde hace ya seis años. Además, el filme presenta también al nuevo gran villano de la franquicia, Knull. El Dios de los simbiontes supone una amenaza brutal que promete regresar en futuras películas. Con o sin Venom en ellas.
La trama de Venom: El Último Baile recupera a Eddie y Venom en México. El protagonista se encuentra en plena huida de los federales tras los acontecimientos de la segunda entrega, pues le culpan de lo sucedido. Además, el temible Knull, el Rey Negro, ha despertado en su prisión galáctica en la que los simbiontes le encerraron. Y para escapar y comenzar su reinado de terror necesita la singularidad que únicamente tiene la relación de Eddie y Venom. Para ello, enviará a sus terroríficas criaturas cazasimbiontes a través de portales interdimensionales hasta la Tierra.
Venom: El Último Baile
El Universo Spider-Man de Sony vuelve a anotarse un tanto después de algunos fracasos gracias a Venom: El Último Baile. Una película muy imperfecta y que sigue lejos de la excelencia del cine de superhéroes, pero que al menos rescata lo mejor de la primera entrega y consigue entretener de principio a fin. Grandes dosis de acción, unos efectos especiales muy bien conseguidos y un Tom Hardy entregado son suficientes para cumplir, sin sobresalir, con la complicada tarea de cerrar la trilogía.
Tan irregular como entretenida
Después de la debacle de la segunda entrega, los fans temían lo que pudiera ocurrir con Venom: El Último Baile. Además, Sony Pictures arriesgaba confiando para esta despedida en una directora novel, Kelly Marcel, que aunque lleva detrás de los guiones de toda la saga desde el principio, nunca había dirigido nada en su carrera. Por fortuna, la película ha roto esos pronósticos y supera con creces a su predecesora.
Venom: El Último Baile toma distancia de aquella para volver a acercarse a los mejores aciertos de la primera cinta. Así, se convierte en un filme bastante más entretenido, lleno de acción y, por supuesto, muy palomitero. A estas alturas, la compañía tiene claro que tampoco pretende reinventar el cine de superhéroes sino ofrecer historias que diviertan a los espectadores. Después de varios estrenos fracasando estrepitosamente en dicha misión, con este cierre de trilogía Marcel ha debutado con garra para sumar al fin un pequeño triunfo.
Eso no quiere decir que Venom: El Último Baile se sitúe como una de las grandes películas modernas del género, ni mucho menos. Su guion sigue pecando de inconsistente, sobrexpositivo y de tener múltiples agujeros por todas partes. Todo pasa deprisa y corriendo con un ritmo notablemente irregular que le quita mucha coherencia. Y aún quedan trazas de ese humor excesivo que a ratos genera vergüenza ajena. Pero al menos sí que consigue llegar a lo alto del denostado Universo Spider-Man de Sony (sin contar las películas animadas, que juegan en otra liga de calidad). Resultado suficiente para dejar un buen sabor de boca.
Una relación mejor estructurada
Uno de los grandes puntos fuertes de la cinta es que se centra otra vez en la compleja relación de Venom y Eddie. Como hiciese la película original, Venom: El Último Baile indaga en el aspecto más emocional de esta extraña dinámica. Periodista y simbionte cada vez se entienden mejor, pero siguen manteniendo unos caracteres marcadamente distantes en algunos aspectos morales. Eso da lugar a una primera mitad que se convierte en una «buddy movie» pura y dura.
Un viaje desde México hasta Estados Unidos, roadtrip con unos hippies y parada en Las Vegas incluidos, en el que básicamente se suceden una serie de sketches, algunos surrealistamente cómicos y otros de acción. La estructura de esta parte de Venom: El Último Baile es interesante, hasta el punto de que la película se desinfla cuando la cámara se centra en otros personajes. Son sus protagonistas lo que la mantienen constantemente a flote. A este respecto, el trabajo de Tom Hardy vuelve a ser impecable. Se nota su cariño por Venom y lo da todo en cada uno de los registros que le pide el metraje. Su personaje merecía una trilogía mejor.
Además, la llegada de Knull está bastante bien equilibrada. Sony ha empleado la misma estrategia que Marvel utilizó en su día con Thanos. Es decir, ha mostrado el rostro del mal más absoluto, pero por ahora lo mantiene en un segundo plano. Los villanos de Venom: El Último Baile son más bien sus peones, no el Rey Negro. Aunque en un primer vistazo pueda dar la sensación de que está desaprovechado, la idea, en estos primeros compases, es buena. Solo falta por ver si consiguen culminarla con el mismo éxito.
Un potente final
En cualquier caso, lo que se recordará de Venom: El Último Baile es su constante acción. La película incluye multitud de secuencias de este estilo desde el principio. Incluso tiene, otra vez, algunas imágenes sensiblemente impactantes y gamberras para tratarse de una película para mayores de 13 años. Por no hablar de unos efectos especiales más logrados que nunca en la saga. La cinta consigue tocar cima al llegar a su explosivo acto final. Un fin de fiesta sólido en el que destierra todo atisbo de humor y de melodrama para enfocarse en una gran pelea que mantiene el pulso.
Con este desenlace, Venom: El Último Baile crece aún más y pone el broche a una película que, con sus numerosísimos fallos, cumple con su cometido. Peca mucho de convencional, predecible y apresurada. Pero puede mirar de tú a tú a la primera y, de hecho, es la entrega más entretenida de la trilogía y, por ende, de toda la franquicia, aunque eso no suponga un excesivo mérito. Los seguidores del Venom de Tom Hardy tienen motivos para volver a las salas como ya hicieran en el pasado.
Venom: El Último Baile se estrena en cines el viernes 25 de octubre