Cuento de Navidad…

Por Rafael Loret de Mola.- En la lejana época del virreinato, por equivocación, los planos destinados a la construcción de lo que es hoy el Palacio Nacional acabaron en Santiago y no en la ciudad de México.

Es fama que en la capital chilena se beneficiaron por una obra monumental, el hoy Palacio de la Moneda, destinada para el antiguo territorio azteca. De allí que la sede del poder presidencial en la sureña nación sea mucho más rica que la adusta edificación nuestra. Ni siquiera el segundo piso, construido mucho después, compensó el enorme fallo.

También la Casa Rosada, de Buenos Aires, allá donde los gustos caros han sido legendarios, de Evita a Cristinita pasando por Isabelita a través de seis décadas de convulsiones, dictaduras y ensayos “democráticos”, tiene reminiscencias similares. Desde sus balcones las dos esposas de Perón y la mujer de Néstor, han sabido arengar a “descamisados” y fervorosos incondicionales a quienes les agrada el papel de testigos de los golpes de timón por el poder bajo el peso de las oligarquías disfrazadas.

¿Quién iba a pensar que la esposa de quien fue electo presidente hace apenas unos años, el señor Kirchner, se postularía para reemplazarlo y ganaría quedándose en su lugar y vistiendo luto pero requiriendo del “oxígeno” financiero del corruptor gobierno chavista de Venezuela? Una especie de “trío” -el “menage a trois” de los franceses-, con efectos políticos de envergadura
notable.

Vayamos al cuento de Navidad.

La brillante estrella de Washington ya no basta para señalar el camino hacia el pesebre de las naciones tercermundistas. O mejor dicho, los Magos tradicionales han sido secuestrados por bandoleros que se toman el oro, la mirra y el incienso para extender feudos sin el menor pudor. Los tres sucedáneos de los Reyes del oriente son el venezolano Hugo Chávez, el del oro de los hospitales cubanos, el boliviano Evo Morales, el de la mirra, y el nicaragüense Daniel Ortega, el del incienso. Sendos personajes ya no miran hacia el cielo sino más bien siguen el rastro negro del petróleo a través de la riqueza del subsuelo. Todos eternos en su poder sin contrapeso.

En Argentina vive una versión mundana de María, sin el menor asomo de santidad.

De allí que esta irreverencia obligue a solicitar el perdón de antemano. Néstor en cambio fue un excelente San José mientras vivió, no sólo por sus habilidades como carpintero sino por cuanto de resignación tiene ante la hiperactividad de su mujer intocada e intocable. La vaca, la burra y el buey son los mandatarios que rodean el idílico remanso de Sudamérica en donde el matriarcado forma parte esencial de la historia.

El coro de los ángeles tiene acentos femeninos que surgen desde la unión Americana en donde Hillary Clinton ha puesto a funcionar a su marido, el seductor de los habanos, Bill de nombre, en espera de su reemplazo inevitable, de dama a dama; luego los villancicos se dejan escuchar en la “modesta” heredad de los Fox, San Cristóbal, en donde la señora Marta se apresta a reemplazar en el papel a su alter ego, Cristina claro, llevándose en las espuelas a Vicente, uno de los postulantes al papel de buey en nuestra pastorela política. La burra es calderón –minúscula-, claro. (El simbolismo tiene más de una acepción para quien quiera romperse la cabeza, especulando, en las vísperas de la cena de Nochebuena).

¿Y los pastorcitos que corren, tropezando, por las colinas que llevan a la contemplación del milagro? Podrían ser las doce empresas españolas que han invertido de lo lindo en territorio sudamericano y requieren creer en el misterio de la fe financiera. Todos con aire santísimo y con regalos a cambio de jaculatorias para redimirse. Que ninguno de los Poncio Pilatos de la actualidad los mande a callar ni les pregunte por qué. Debemos respetarlos en el concierto
universal.

Sólo falta un elemento, importantísimo, para completar el cuadro: el niño Dios.

¿Quién será éste, inalcanzable por su condición divina? Hemos extraviado el sustento de la representación, la hoja principal del pequeño libreto. Nos quedamos sin guía y sin motivo. Al garete. Y eso nos pasa por creer en falsos Mesías que cooptan a sus pares, de nación a nación, con caudales de dólares sucios. No hay túnicas
blancas ya.

El cuento no tiene final por ahora.

Debate

Pongamos paz al espíritu. Estas fechas son siempre excelentes motivos para la reflexión. Más que nada respecto a nuestras propias conductas. A veces por observar los defectos de los demás se nos olvida analizar los propios para siquiera intentar superarlos. Y no hay nada peor en un periodista que pretender marcar pautas incluso a contracorriente. Trataré de caer en esta tentación en el año venidero. Mientras tanto, les narro una experiencia reciente.

Hace unos días, en la sucursal de un banco madrileño, encontré a un empresario poblano, uno de los socios de una cadena de fast-food exitosa, quien de plano, para abrir conversación, lanzó una verdadera andanada:
-Para mí -refirió sin conceder cuartel-, los mejores presidentes que ha tenido México son Porfirio Díaz y Vicente Fox. ¿Qué le parece?
-Que, desde luego, no me es extraño situar a la par a sendos personajes. Hay muchas similitudes y ramificaciones entre ellos -respondí sin evitar un cierto acento sarcástico-.

-¿Va usted a negar que Don Porfirio fue un héroe contra los invasores franceses? -preguntó con intención manipuladora-.

-No, por supuesto. Podemos separar al coronel republicano que defendió la causa nacional en la batalla del 2 de abril de 1867 y al general que se erigió en dictador por más de tres décadas. Quien alienta, por su apego al poder, un movimiento revolucionario y el derramamiento de sangre que éste conlleva, no podrá jamás ganar la historia.

-Entonces –prosiguió el empresario-, ¿usted es también de quienes están a favor de que se retiren los restos de Franco del Valle de los
Caídos?
-Eso compete a los españoles pero, desde luego, uno de los puntos a finiquitar tiene que ver, precisamente, con despojar a ese monumento de su carácter de gran mausoleo de una dictadura que tanto avergüenza y ya no sólo a los republicanos.

-Ahora entiendo -replicó el empresario-, porqué no quiere usted a Fox y a Martita, de quienes soy admirador.

-Y yo, por supuesto, comprendo a cabalidad las razones por las cuales coloca usted en la misma línea a dos dictadores, Franco y Díaz, y a un falso demócrata, Fox. Los vasos comunicantes entre ellos son entrañables y nadie mejor que quienes piensan como usted para refrendarlos.

Me apenó el tono áspero de la despedida. Sobre todo porque demuestra las dificultades para alcanzar la objetividad desde visiones contrapuestas en extremo. Desde luego, me resulta incomprensible cualquier acento laudatorio hacia personajes que no han salvado el juicio de la historia aun cuando hubiesen tenido algunos rasgos positivos. Pero, al final de cuentas, el recuento les es tremendamente adverso.

Otra cosa es que, cegados por los rencores, caigamos en el lugar común de refrendar que el exilio debe extenderse más allá de la muerte. Díaz en una figura histórica mexicana cuyo andar debe ser motivo de revisión y ponderado análisis. Nada debiera detener a sus deudos, si alguno queda, para devolver a su tierra mexicana los restos del célebre autócrata que transitó de la condición de defensor de la República, como soldado que fue de las fuerzas juaristas, a la de tirano apegado al poder absoluto y generador, por ende, del mayor genocidio sobre suelo patrio.

Contra la sangre derramada no hay defensa posible.

Insisto: conservar huesos y cenizas del general en París es tanto como mantener la rencilla y por ende la dictadura misma.

loretdemola.rafael@yahoo.com