Invítenos un café al Starbucks, @EPN y @LVidegaray o bien… nos invitarán los anarquistas

Después de una intensa presión social, Starbucks se ha comprometido a entregar a las arcas del gobierno británico 20 millones de libras durante los próximos dos años.

¿Presión social? Muy fuerte.  A la gente en Gran Bretaña le molestó que la cadena global del café hubiera pagado, durante un largo tiempo, muy pocos impuestos.

No ha habido defraudación fiscal, o al menos no se ha probado; no ha incurrido Starbucks en ninguna ilegalidad, parece que no. Simplemente, en relación a sus ingresos, la mencionada compañía ha pagado una cantidad baja de impuestos, lo que ha hecho debido a su carácter de empresa multinacional que sabe aprovechar las ventajas que ofrecen las diferencias entre las legislaciones de cada nación.

Si eso era algo más o menos aceptable y aceptado en épocas de vacas gordas, en la crisis ha resultado demasiado para la gente que ha visto caer sus niveles de bienestar.

No es Starbucks la única multinacional fuertemente cuestionada en el Reino Unido. Por la misma razón, es decir, por su escasa contribución a la hacienda pública, se están pidiendo sanciones para Amazon y Google.

Pero si Amazon y Google, por la naturaleza de sus negocios, han podido resistir el enojo de la gente, Starbucks no.

Por eso, la filial británica de la cadena estadounidense de cafeterías ha anunciado que, a pesar de haber cumplido con todas sus obligaciones fiscales, empezará a pagar mayores impuestos renunciando a varias deducciones que legalmente le corresponderían, lo que hará en 2013 y 2014 “independiente de si la empresa es rentable o no en estos años”.

La presión social ha sido tan fuerte que el tema ha trascendido mucho más allá de las fronteras británicas, de tal forma de que la Comisión Europea ha recomendado a todos los estados miembros incluir en sus sistemas fiscales una “cláusula anti-abuso” para acabar con las prácticas de ingeniería contable para eludir impuestos sin violar la ley.

El problema real es que Starbucks, buscando tranquilizar a la sociedad británica, ha enojado todavía más a la gente. Ya que su compromiso de pagar más, aunque no esté la empresa obligada a hacerlo, ha sido tomado como una admisión de culpabilidad.

Ya hay protestas callejeras contra Starbucks en Londres, Birmingham, Oxford, Nottingham… Starbucks cuenta con 760 locales en el Reino Unido, un número de establecimientos más que suficiente para generar una crisis mayúscula si las protestas avanzan.

El virus de la protesta, ahora contra una empresa multinacional que aprovecha tecnicismos y lagunas de la ley para pagar pocos impuestos, llegará a toda Europa, realmente golpeada por la crisis.

En todos los países en los que ha habido programas de austeridad, la gente ha empezado a voltear a ver no solo el estilo de vida, ostentoso y ofensivo para la mayoría, de los ricos y poderosos, sino la forma en que se las arreglan para, con la ley en la mano, no pagar impuestos.

He leído que en Francia y Finlandia ya los activistas están tratando de bloquear a las compañías que utilizan paraísos fiscales.

En España cada día más analistas exigen a su gobierno un trato duro con Suiza, país al que se considera un “estado criminal” porque su sistema bancario protege a defraudadores fiscales.

Aun en Estados Unidos, que enfrenta ahora una compleja problemática fiscal, el Senado ha acusado a grandes compañías tecnológicas de valerse de trucos para no pagar impuestos.

En México, el que más ha denunciado que los ricos y poderosos casi no pagan impuestos es Andrés Manuel López Obrador.

Sus simpatizantes, hasta ahora, se han conformado con escuchar, atentamente y tal vez con enojo, pero todavía sin pasar a la acción directa, las denuncias que Andrés Manuel hace en sus libros y sus discursos contra Cemex, Telmex, Bimbo, Femsa, Wal-Mart, Grupo México.

La gente que sigue a López Obrador no ha reaccionado con encono ni siquiera cuando el líder de izquierda pone nombres y apellidos de personas de carne y hueso a sus denuncias: Lorenzo Zambrano, Carlos Slim, Roberto Hernández, Ricardo Salinas Pliego, Germán Larrea, Emilio Azcárraga, Alberto Bailleres, Claudio X. González, Gastón Azcárraga, Lorenzo Servitje, José Antonio Fernández…

Tal vez las denuncias de AMLO no han provocado reacciones de mayor rabia porque sus enemigos políticos, con buena estrategia de combate, han respondido al tabasqueño acusándolo de ser él mismo un evasor de impuestos a través de las asociaciones civiles que controla para financiar su movimiento, como Honestidad Valiente, AC.

Pero así como en el Reino Unido, sin líderes radicales de izquierda detrás, la gente ha estallado y se ha puesto agresiva contra una empresa que paga pocos impuestos, eso podría ocurrir en México.

La protesta, que crece en Londres y en las otras ciudades británicas, ha llevado a un parlamentario conservador a decir que esta crisis, sobre todo por la decisión de Starbucks de pagar voluntariamente más impuestos, podría ubicar a su país en la “anarquía democrática”.

Hay anarquistas pacíficos, violentos, comunistas, capitalistas, religiosos, ateos… En México recientemente solo se han expresado, en las calles, los anarquistas partidarios de resolver los problemas a pedradas y tubazos.

Para que los partidarios de arreglar las cosas destrozando los aparadores de los comercios no generen una crisis brutal con el tema de los pocos impuestos que pagan las grandes empresas mexicanas, el gobierno va a tener que encabezar un movimiento para obligarlas a hacer, les guste o no, lo que ha hecho Starbucks en tierras británicas: aceptar que deben aumentar sus contribuciones a la Secretaría de Hacienda.

Así que más vale que Enrique Peña Nieto y su experto en finanzas Luis Videgaray sean los que nos inviten a los mexicanos a tomar café en cualquier Starbucks, digo, para ponernos de acuerdo acerca de cómo los ricos y poderosos van a pagar más impuestos, antes de que el café lo tomen sin pagarlo esos anarquistas que, siempre admiradores de Robin Hood y Chucho el Roto, sobradas ganas tienen de repartir la mencionada mercancía y todas las otras entre la población a costo cero, lo que sería gravísimo.