“Muerte o federalismo”

Regino Díaz Redondo, MADRID.-  Un distinguido grupo de intelectuales, escritores, científicos, filósofos, economistas, políticos, periodistas, un poco la conciencia del continente, lanzó en días pasados un llamado angustiante para que se forme una “Unión Política Europea o muerte”.

No es la primera vez que surge un documento pero nunca de tal magnitud en el que se urge a tomar medidas rápidas y eficientes para evitar el hundimiento del continente.

Podría sonar un poco apocalíptico pero en él se apunta que “Europa no está en crisis, está muriéndose”.

En el texto se afirma con claridad que estamos invadidos por “el cinismo, populismo y chovinismo rapantes”.

El manifiesto para la Unión Europea está firmado por Vassilis Alexakis, Hans Christoph Buch, Juan Luis Cebrían, Umberto Eco, György Konrad, Julia Kristeva, Bernard Henri Levy, Antonio Lobo Antunes, Claudio Magris, Salmán Rushdie,  Fernando Savater y  Peter Schneider.

Nadie debería desentenderse de tan importante alerta que desemboca ya, por falta de atención a otras advertencias, en un sentimiento de derrota y desesperación indetenible con las actuales políticas económicas y financieras de nuestros territorios.

Con frases cortas y contundentes se asegura que “antes se decidía entre socialismo y barbarie, hoy, entre unión política o barbarie, federalismo o explotación”.

De no remediarse este que es el más grave problema de los últimos 70 años, “Europa saldrá de la historia” aunque de ello se hable durante muchos años más.

Aborda el tema de que “sin una franca derrota de los soberanistas, el euro se desintegrará”. Es una certeza.

Resulta curioso constatar que sólo una mujer avala este escrito, Julia Kristeva, filósofa, nacida en Bulgaria, catedrática de Semiología en Nueva York y en París y autora de uno de los más importantes libros actuales de análisis social: “Impostoras intelectuales”. Sin que esto tenga un referente en los movimientos surgidos durante los años 30 del pasado siglo en que el mundo se vio agobiado por la dictadura nazi fascista si es preciso establecer que sin los cambios necesarios estamos cayendo en una nueva debacle que pudiera desembocar en la peor tragedia que ha sufrido el planeta, debido a los avances científicos y al armamento sofisticado y biológico con que cuentan las grandes potencias occidentales.

No se trata ya de concebir “Europa como territorio sino como Idea, como sueño y como proyecto”.

¿Proyecto?, ¿cuál proyecto?, más bien ya no lo es. Debe ser realidad.

Existe el peligro de que los propios firmantes de la carta presentada con gran expectación en la capital francesa, se archive una vez más entre los mohosos folders de Bruselas como un elemento aleatorio para la resolución de las dificultades europeas.

Pobre serían aquéllos que lo propiciasen y tendrían que responder a las reclamaciones de más de 500 millones de habitantes que no encuentran salida ni al más remoto de sus sueños.         Se señala que Europa surgió como voluntad y representación, como sueño y como construcción de quienes salieron de la Segunda Guerra Mundial.

Se esperaba, cosa que no ha ocurrido, que llegasen la paz, la prosperidad y la democracia, pero no es así.

Es muy aleccionador leer que se deshace Atenas, una de las cunas de la civilización, y que la indiferencia y el cinismo de sus naciones hermanas la tienen destrozada.

En vez de avanzar en la democracia continental la posguerra y nuestros años actuales, nos están llevando a una gran decepción en que la tiranía y el poder escandaloso, opacan cualquier intento de igualdad y convivencia. Esto ocurre también en otros continentes pero todavía sin alcanzar la desproporción europea.

“Estamos muy lejos de la libertad. Estigmatizamos, reprendemos y despreciamos a los que libran una nueva batalla contra otra forma de decadencia y sujeción”, apuntan también los que lo subscriben.

Es tan rico el contenido de la advertencia que también Roma se deshace en su moral contaminada por los venenos de un berlusconismo que no acaba de desaparecer y que junto a España, Portugal, Grecia e Irlanda (PIGS) se forma un grupo de naciones de tercera clase cuando siempre estuvieron a la cabeza del pensamiento.

Se dice también que “Europa ahora parece, con razón o sin ella, el enfermo. ¡Qué miseria, qué ridículo!”

Las ideologías de exclusión y odio que teníamos como misión marginar y debilitar, vuelven vergonzosamente a levantar la cabeza. Qué lejos está aquél día en que un estudiante insultado por el responsable de un partido de escasas ideas, se cantaba: “todos somos judíos alemanes”.

Durante la lectura de tan singular llamamiento, se afirma que: “están lejanos hoy los movimientos solidarios en Londres, Berlín, Roma, París con los disidentes de aquélla otra Europa que Milan Kudera llamaba la Europa cautiva”.    Se recuerda también la “limpieza étnica” iniciada en Sarajevo y cuyos responsables aún no han sido totalmente condenados.

Insisten los personajes en que es interminable la crisis del euro y que no está resulta y se preguntan “¿no es una quimera esa moneda única, abstracta, flotante que no está unida a unas economías, unos recursos ni unas fiscalidades convergentes?”.

Debe existir, se asegura sin ambages, una “ley de hierro” y  que haya una moneda única es preciso un mínimo de presupuesto, reglas contables, principios de inversión y políticas compartidas. El teorema es implacable. Sin federación, no hay moneda que se sostenga, dura unos cuantos decenios y, después, aprovechando una guerra o una crisis, se disuelve”.

Dudan los protagonistas del escrito de que ningún responsable capacitado parece tomar en serio la integración política obligatoria sin un abandono de competencias por parte de los Estados nacionales que empujan a los ciudadanos al repliegue y la debacle.

Y avizoran: “el euro se desintegrará como lo hubiese hecho el dólar si los eurístas hubieran ganado hace 150 años la Guerra de Secesión”      . Al final el documento discutido en la junta que se efectuó menciona que llega el federalismo o la explosión y con ella la regresión social, precariedad, desempleo disparado y miseria.

O sea, que vamos hacia una muerte que podría durar dos, tres, cinco, diez años y estar precedida de numerosas remisiones que den la sensación,  una y otra vez,  de que lo peor ha pasado y se reitera que “Europa saldrá de la historia de una u otra forma si no se hace algo. Tal cosa ha dejado de ser una hipótesis, un vago temor, un trapo rojo que se agita ante los europeos recalcitrantes. Es una certeza, un horizonte insuperable fatal.

Todo lo demás son trucos de magia de unos, pequeños acuerdos de otros, fondos de solidaridad por aquí, bancos de estabilización por allá, sólo sirve para retrasar el fin y entretener al moribundo con la ilusión de una prórroga.