Mueren al día 23 mexicanos por hambre

Guadalupe Victoria, Estado de Guerrero.- Fabiola se aferra a las ropas rasgadas de su madre. Tiene 4 años de edad, pero aún toma leche materna porque es la única manera para paliar el hambre.

Son las 6 de la tarde en esta localidad del municipio de Xochistlahuaca, Guerrero, una de las más pobres del estado y del país y, al igual que sus tres hermanas, aún no ha hecho su primera comida del día.

El desayuno, (una taza de café y una tortilla recalentada en el fogón), fue a las 6 de la mañana, y desde entonces de vez en cuando se acerca al pecho de su madre para pedirle que la deje tomar un poco de ese líquido que ya no le aporta nutrientes, pero que le llena el estómago por un par de horas.

Fabiola es la única que tiene ese “privilegio” por ser la menor. Susana, de 12 años, María Luisa de 10 y Rosalía de 7, sus hermanas, tratan de distraer el hambre jugando con las cáscaras de cacao que de vez en cuando recolectan para vender en el mercado del pueblo: una choza con sólo dos paredes de adobe, techo de lámina de cartón y piso de tierra, porque a esta familia no llegó el programa Piso Firme que tanto presumió el ex presidente Felipe Calderón.

Lo que el Coneval cataloga como pobreza extrema se materializa en Fabiola: tiene 4 años pero parece de 2, su piel está agrietada y reseca y de su ropa sucia sobresale una panza abultada que su madre atribuye a los parásitos del agua.

Inquietas, las menores esperan que termine de prepararse el caldo de pollo que comerán hoy, un lujo que sólo pueden darse una vez cada dos meses: cuando llega el apoyo de Oportunidades, y en ocasiones como ésta, cuando su padre recibe el pago por algún trabajo esporádico.

Cuando el caldo está listo ya es de noche. En condiciones normales comerían a oscuras y a ras del suelo, pero con motivo de las visitas, encienden una fogata y acercan un par de bancos viejos.

La comida servida en los platos de plástico es un líquido con unos cuantos frijoles blancos –el típico de esta región de la montaña de Guerrero– que comen con las manos. Los trozos de pollo son muy pequeños porque para que todos alcanzaran al menos uno Ángela, la madre de las niñas, desmenuzó las cinco piezas de retazo que compró en el mercado.

Cuando terminan de comer, los platos quedan prácticamente limpios, listos para la próxima comida que realizarán al día siguiente, alrededor de las 19:00 horas.

El de Fabiola es un ejemplo de lo que viven todos los días más de 66 mil menores de 5 años de edad que padecen desnutrición en Guerrero. Un caso paradigmático del drama que se extiende a todo el territorio nacional, en donde más de 656 mil 500 niños de esa edad no tienen acceso a la cantidad mínima de alimentos que requieren para sus actividades diarias.

CON CINCO PESOS 

Para una familia de indígenas amuzgos, habitantes de Guadalupe Victoria –donde según cifras más del 60% de la población sobrevive en condiciones de pobreza extrema y carencia alimentaria– hacer una comida al día no es una opción.

El ingreso diario por cada integrante es menor a los cinco pesos, es decir, 22 pesos por debajo de lo que Coneval establece como el mínimo necesario para que una persona pueda satisfacer sus necesidades básicas de alimentación, lo que los coloca entre los 21 millones de mexicanos que no tienen ni para comer.

Francisco, el padre de familia, desde hace cinco años se encuentra desempleado porque, a sus 58 años, ya no es considerado apto para trabajar en el único sector que genera fuentes de empleo en este lugar: el campo.

A través de Linda, una de las pocas habitantes de la comunidad que habla español, Francisco señala que en el último mes trabajó sólo un día, quitando la hierba de una parcela, actividad por la cual le pagaron 100 pesos.

Ante la falta de trabajo, Ángela, su esposa, teje telares que todos los domingos baja a vender en el mercado del pueblo; no obstante, la ganancia es mínima comparada con el esfuerzo que implica la elaboración de cada pieza.

Mediante la traductora, la mujer explica que teje un telar por semana, y la ganancia que obtiene al comercializarlo no supera los 20 pesos, porque casi todas las mujeres de las comunidades se dedican a esa actividad y ante el exceso de oferta debe venderlos más baratos.

Prácticamente todos los ingresos de esta familia provienen del apoyo que reciben dos de sus cuatro hijas del programa Oportunidades, pues al igual que muchas familias de Guadalupe Victoria, sólo pudo afiliar a las que contaban con acta de nacimiento.

A pesar de que pertenecen a los más de 4.4 millones de familias afiliadas a dicho programa, en su casa el círculo de la pobreza se reproduce todos los días.

En total, Ángela recibe mil 500 pesos bimestrales que, sumados a los recursos que de vez en cuando obtiene por la venta de sus telares, representan un ingreso diario de menos de 30 pesos.

Con ello sólo le alcanza para comprar frijol, arroz y, una vez cada 20 días, huevo.

Ángela reconoce que a pesar de que vive en un estado productor de pescado, sus hijas nunca han probado uno, porque comprar una ración para cada una implicaría invertir los ingresos de toda la semana.

El limitado acceso de la población a los alimentos básicos se hace evidente en las tiendas, el mercado y el tianguis de la comunidad.

En Guadalupe Victoria hay una docena de misceláneas que ofrecen productos básicos, así como una tienda comunitaria de Diconsa, en la que los habitantes pueden conseguir diversos productos a precios más bajos; no obstante, la mayoría de ellas se observan vacías porque la gente no tiene dinero para comprar lo que ahí se oferta.

Lo mismo sucede en el pequeño mercado del pueblo. De las cuatro cocinas económicas que se encuentran a las afueras del inmueble, sólo una está abierta, pero no tiene clientes.

Al interior, de los cuatro pasillos del mercado, al menos dos están vacíos porque los vendedores que despachaban en ellos dejaron de vender sus productos hace más de dos semanas.

El único lugar en el que se ve un poco de gente deambular es el tianguis que todos los domingos se coloca en las calles aledañas al mercado. Se trata de un pequeño mercado ambulante en el que no hay puestos de carne, los productos que más se ofertan son chiles secos, frijol y jitomate, y las únicas frutas que se encuentran son mandarinas y manzanas.

Programas: un paliativo

Todos los días 23 mexicanos mueren en el país a causa del hambre y la desnutrición… casi uno por hora.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, entre los años 2000 y 2011 más de 102 mil 568 personas perdieron la vida por deficiencias nutricionales –un promedio de 8 mil 547 anuales.

Desde 2004, la desnutrición representa la décimo tercera causa de muerte en el país.

Los más afectados, según el INEGI, son los adultos mayores y los niños: el 75% de las defunciones se concentra entre personas de 65 años y más; mientras que el 7% ocurre en menores de un año.

Las 10 entidades con más muertes fueron el Edomex, con 10 mil 820; Veracruz, 8 mil 589; Oaxaca, 8 mil 30; Puebla, 8 mil 11; Jalisco, 7 mil 376; Guanajuato, 6 mil 579; DF, 4 mil 873; Michoacán, 4 mil 495; Chiapas, 4 mil 445, y Guerrero, 3 mil 503.

Ésta es la peor consecuencia del hambre que padecen 28 millones de mexicanos que viven en pobreza alimentaria, según el Consejo Nacional para la Evaluación de la Política Social.

Definida por la FAO como el resultado de “una prolongada ingestión alimentaria reducida y/o absorción deficiente de los nutrientes consumidos”, la desnutrición afecta a entidades con regiones de altos niveles de marginación, como Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Puebla y Veracruz, pero también a estados como Jalisco, el DF, Guanajuato y el Edomex.

Según la organización Un Kilo de Ayuda, la prevalencia de desnutrición crónica en población infantil es del 12.5%, pero se eleva al 37.4% cuando se calcula entre población infantil indígena.

Las consecuencias de la desnutrición, según la misma organización, pueden ser el retardo en el crecimiento y el desarrollo psicomotor, disminución en la capacidad de trabajo físico y en el desempeño intelectual en la edad escolar, y la propensión a enfermedades como obesidad, diabetes, hipertensión, dislipidemias e incapacidades.

A pesar de estas estadísticas, en los últimos seis años los programas destinados a reducir el hambre y la desnutrición no han registrado incrementos presupuestales sustanciales.

Actualmente existen seis estrategias gubernamentales destinadas de manera específica a combatir ambos padecimientos: Abasto Social de Leche, Abasto Rural, Desayunos Escolares, Atención a Jornaleros Agrícolas, Oportunidades –en sus componentes salud y desarrollo social– y Apoyo Alimentario, operados por Diconsa, Liconsa, las secretarías de Desarrollo Social y Salud, y el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia.

El presupuesto de estos seis programas aumentó sólo un 11% en el último sexenio, al pasar de 24 mil 404 millones de pesos en 2007, a 27 mil 129 millones de pesos en 2012.

En términos generales, los programas de combate al hambre y la desnutrición representaron el 15% del presupuesto total destinado en 2007 para el combate a la pobreza; mientras que en 2012 representaron sólo el 8.5 por ciento.

Programas como Apoyo Alimentario y Oportunidades redujeron sus recursos de manera importante en el ejercicio fiscal 2012. En el primer caso, la bolsa bajó de 2 mil 587 millones de pesos en 2011 a mil 796 el año pasado. En el segundo caso, decreció de 37 mil 606 millones, a 18 mil 467 millones en el mismo lapso de tiempo.

Los datos indican que, además de las defunciones por desnutrición, el porcentaje de la población que padece hambre o tiene acceso limitado a alimentos sanos y nutritivos aumentó.

Según informes del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, entre 2008 y 2010 este sector se incrementó de 23 millones 790 mil personas a más de 28 millones.

LA CRUZADA

Al tomar protesta como presidente de la República, Enrique Peña Nieto anunció 13 decisiones que –dijo– implicarán mover  “lo que se tenga que mover” para transformar a México.

Una de éstas fue un plan para combatir el hambre, cuyo plazo para ser presentado vence el 29 de enero.

“Estamos en pleno Siglo 21. México ha logrado avances en diversos sectores, pero es indignante, es inaceptable que millones de mexicanos padezcan aún de hambre. Lograr que las familias mexicanas tengan un piso básico de bienestar será la prioridad, el principio elemental de mi política social. He dado instrucciones a la Secretaría de Desarrollo Social para que ponga en marcha en los próximos 60 días la Cruzada Nacional Contra el Hambre”.

Por Manuel Cabrera