Tin Tan, la incómoda conciencia

Al barrio también le dejó lo suyo. Frases dicharacheras para amenizar a la perra realidad. Los de abajo vieron en él no a un héroe galán y machín.

El pachuco se llamaba Germancito y era habitante del barrio del humor. “En mí todo es música”, decía. Sus frases y desobediencias lo llevaron de ser el imitador no solemne de Agustín Lara, Tintín Laralá, a convertirse en el burlón siniestro, pero chido, que comía pancita con Los Agachados, Tin Tan,  en la reiterativa cruda social.

¿Cómo llegó Germán Genaro Cipriano Gómez Valdez Castillo a ser El hijo desobediente?

El muchachito nació el 19 de septiembre de 1915, cinco años después del estallido de la Revolución Mexicana. Algunas versiones aseguran que abrió los ‘oclayos’ en el DF, otros que no, que fue en Ciudad Juárez, Chihuahua, y otros más sostienen, fue en el puerto yucateco de Progreso.

El hombre que cimentó su locura, poesía y música en el atuendo de pantalones amplios (con cadena de reloj atada) y sombrero de ala ancha con pluma de pavorreal, estudió primaria en el DF. A los 12 años, se fue a vivir a Ciudad Juárez; allá le interesó “la cantada”. “Liririlarara”.

Fue mozo en la radiodifusora XEJ. Tenía 20 años. Luego, ya como locutor cómico del programa El Barco de la Ilusión, dio vida a un marinero de nombre Tobías, le decían La Chiva. Imitó a Agustín Lara. Su vida cambió. En 1938, el productor Pedro Meneses le creó un personaje, Topillo Tepas, un pachuco. No jaló, pero en 1943, Jorge Mualmé lo rebautizó como Tin Tan, lo demás vino como chicharrón, aguacate y salsa a la tortilla:

Actuó en un centro nocturno. Hizo sketches con René Cardona. Trabajó con Humberto Gómez Landero, hasta que filmó Calabacitas tiernas con Gilberto Martínez Solares. Se volvió inseparable de Marcelo Chávez (su carnal), Famie Kauffmann “Vitola”, el enano Tun Tún y sus hermanos Ramón y Manuel.

No aceptó salir en la portada de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band de The Beatles. Realizó el doblaje  del oso «Balú» en El libro de la selva e hizo en la narración de Katrina y los dos rivales de Walt Disney. Así nomás.

El cómico con quien Charles Chaplin no deseó actuar, según compartió Ausencio Cruz, dejó tras su muerte el 29 de junio de 1973 (causada por una hepatitis que provocó un cáncer estomacal), el legado de 100 películas, 11 discos grabados y la medalla Virginia Fábregas a su esposa Rosalía y sus hijos Rosalía y Carlos.

Al barrio también le dejó lo suyo. Frases dicharacheras para amenizar a la perra realidad. Los de abajo  vieron en él no a un héroe galán y machín, si no al compita que  trata a las damitas con Personalidad. El carnal que canta en el baño y se acuerda de la Bonita.

Germán le quitó la solemnidad y, de cierta forma, el estigma negativo a la figura del pachuco, esa “presa que se adorna para llamar la atención de los cazadores”, como dijo Octavio Paz en El Laberinto de la Soledad al volverlo un escape humorístico ante la falta de identidad y pertenencia del mexicano de la frontera. De ahí que se recuerden más sus primeros trabajos, porque ya después se adaptó a la transformación social.

En 1944, José Vasconcelos, en el suplemento cultural del periódico Novedades, tildó el habla del Pachuco de Oro como un mero “pochismo lingüístico”; sin embargo, Salvador Novo salió al quite: “Los vituperadores de TinTan yerran el tiro. El buen señor es un efecto no una causa, de una corrupción más grave que simplemente lingüística. Nos molesta porque mientras Cantinflas es la subconsciencia de México, Tin Tan es su incómoda conciencia”.

El simbolismo del pachuco Tin Tan sí fue un efecto. Se trató de un personaje “gloriosamente impúdico”,  según Carlos Monsiváis. Un antecedente de lo que hoy vemos en la fusión cultural mexicana y estadounidense.

Tin Tan sostuvo el espejo humorístico del mexicano cuyo reverso esconde incertidumbre, negación, desarraigo, dualidad, ambigüedad e irritación, mismos que perduran hoy día ¿por cuánto tiempo más será así, “batos”?

Por Lizbeth Hernández