Marlon Brando, el mejor actor de todos los tiempos

MADRID.- Fue el padrino mafioso, el esquirol portuario, el pandillero motorista, el macho americano o el coronel enloquecido. Fue un náufrago bailando un tango en París, un muchacho que huyó de la brutalidad de su padre alcohólico, un mito malogrado, un padre que vio morir a una hija y un hito en la historia del cine. Fue Marlon Brando, quien dejó este mundo el 1 de julio de 2004 a los 80 años.

Nacido en Omaha (Nebraska, EEUU) el 3 de abril de 1924, era hijo de un comerciante aficionado a la bebida y una actriz amateur bastante amiga también de la botella, quien años después moriría en los brazos de Brando víctima del alcoholismo.

El carácter rebelde del actor hizo que le enviasen a una academia militar. Después, Brando haría las maletas para huir de la brutalidad de su padre y pondría rumbo a Nueva York, donde debutaría en Broadway, a los 19 años, a la vez que acudía al Actor’s Studio, donde desarrolló el método personal que lo hizo célebre.

Su primer éxito llegó con la obra ‘Un tranvía llamado deseo‘, de Tennessee Williams, llevada al cine en 1951 por el controvertido Elia Kazan, en la que fue la segunda película de Brando -antes hizo ‘Hombres’- y la primera en la que su interpretación dejó boquiabiertos a crítica y público, dada la intensa sexualidad que imprimió a un personaje que convirtió al actor en mito erótico de la época, y no sólo para las mujeres. El filme lo convirtió en todo un icono gay.

Él contribuiría a esta fama con sus tres matrimonios e innumerables ‘affairs’, entre ellos uno con la explosiva Marylin Monroe y alguno con hombres -no tuvo ningún reparo en confesarse bisexual-. Contaba además con la baza de su imponente físico, caracterizado por una belleza ‘agresiva’, que provocó que se convirtiera en prototipo de «macho americano».

Un hombre, un mito

Brando tardaría muy poco en convertirse en un mito. En apenas cuatro años -entre 1951 y 1954- rodó seis películas legendarias: ‘Un tranvía llamado deseo’, ‘¡Viva Zapata!‘ -por la que recibió el premio a la mejor interpretación en Cannes en 1952-, ‘Desiree’, ‘¡Salvaje!‘, ‘Julio César‘ y ‘La ley del silencio‘, que le valió su primer Oscar.

La segunda estatuilla tardaría casi 20 años en llegar, y lo haría envuelta en polémica. La Academia le otorgó el Oscar por su inolvidable interpretación de Vito Corleone en ‘El Padrino‘ (1972), obra maestra de Francis Ford Coppola. Sin embargo, Brando rechazó la estatuilla y envió a la ceremonia de entrega a una joven india que leyó un comunicado en protesta por la situación de esas tribus en EEUU.

Una carrera llena de altibajos

‘El Padrino’ representó además el regreso de Brando a la cima, tras unos años de inactividad. El estreno de la cinta en la que interpreta al temible mafioso se produjo el mismo año en que Bernardo Bertolucci llevaba a la cartelera ‘El último tango en París‘, en la que Brando interpretaba a un personaje sumido en una espiral de lujuria y autodestrucción.

Sus únicos trabajos reseñables en años posteriores fueron la interpretación del coronel Kurtz en la claustrofóbica ‘Apocalypse Now‘, de Coppola; y ‘Una árida estación blanca’, para la que Brando tuvo que adelgazar 50 kilos y que le valió una candidatura al Oscar.

El resto de apariciones de Brando en pantalla corresponden a filmes comerciales con la única finalidad de obtener dinero fácil, una vez que la gloria ya estaba asegurada. Así, participa en ‘Superman’, ‘Don Juan de Marco’ o ‘The Score. Un golpe maestro’, entre otros, y a punto estuvo de tener un papelito en ‘Scary Movie‘ una farsa sin pies ni cabeza que se ríe de los filmes de terror a costa de emularlos.

Tragedia familiar

Los papeles más amargos para Brando provendrían de su vida personal. El actor tuvo nueve hijos, cuatro de ellos fuera de sus tres matrimonios -y tres de los vástagos con su asistenta, que le llevó a los tribunales-, matrimonios que siempre acabaron en anulación o divorcio.

Su verdadera tragedia vendría de la mano de su hijo Christian, gran aficionado a las drogas y el alcohol -algo que Brando justificó prácticamente utilizando el refrán «De casta le viene al galgo», en alusión a sus propios padres-, quien fue condenado a 10 años de prisión por asesinar al novio de su hermana Cheyenne.

Brando hizo todo por salvar a su hijo: vendió buena parte de sus propiedades -incluida una isla en la Polinesia- y confesó desde el banquillo, entre lágrimas, haber sido un mal padre. No sirvió para evitar la condena. No obstante, lo peor estaba por llegar.

Brando apenas levantó cabeza desde entonces. Como ya hiciera durante la década de los ochenta, sus incursiones en el cine se limitaron a pequeños papeles bien remunerados.

En la actualidad, y según una reciente biografía -la tercera sobre el actor-, Brando vivía poco menos que en la miseria y con deudas multimillonarias.

Solo, refugiado en la comida para combatir su ansiedad y sus depresiones y enganchado a los chats de Internet. Así ha pasado Brando sus últimos años, convertido prácticamente en un huraño ermitaño, al que no obstante se recordará como uno de los grandes de Hollywood, el maestro del «método» y un ejemplo impagable para todos aquéllos que quieren dedicarse a la interpretación.